11.1.06

LA LETANÍA MARIANA; UNA HERENCIA DE NUESTRO PATRIMONIO ARTESANAL; FUERA DE LA FRONTERA UBEDÍ.



El ubetense y conocido entallador Pepe Muñoz “Muros” ha realizado una obra en altorrelieve representando la “Letanía Lauretana”. Dicha obra es para la Catedral Neogótica de la Puríssima Xiqueta de Benissa, lugar donde se venera la patrona de la Villa.
Con una población de 9.821 habitantes, Benissa es una villa turística perteneciente a la provincia de Alicante, en la Comunidad Valenciana, a unos 70 Km. al noreste de la capital provincial. Destaca su Lonja de la Contratación (gótica, S. XV), un convento franciscano (S. XVI), el ayuntamiento (S. XVIII), la iglesia de San Pedro Apóstol. E Iglesia de la Puríssima Xiqueta. De estilo neogótico. Se conoce también como la "Catedral de la Marina" debido a la magnitud de sus dimensiones. Acabó su construcción en el año 1929 y contó, en todo momento, con la colaboración y esfuerzo de todos los benisseros. Benissa se asienta en una sierra costera, posee playas y calas.
José Muñoz “Muros”; para cometer dicho altorrelieve, ha utilizado la técnica “talla directa”; apoyándose en la particular pintura sobre la Letanía, realizada por Juan de Juanes en el S. XVI; dicha obra pictórica representa a la patrona de Benissa. “Muros” con esta obra ha demostrado con su técnica y agudeza que la artesanía entalladora ubedí, aún perdura en nuestra ciudad, con la misma habilidad y maestría de nuestros antepasados.
Este legado implantado en Úbeda, por artistas como Esteban Jamete. Convendría ser explotado por los organismos competentes; para recuperar y mantener todo el rico patrimonio escultórico que ennoblecen las innumerables fachadas de los monumentales inmuebles que se alzan en el Casco histórico de la ciudad.
Los principios de las letanías en general se remontan a los primeros siglos de la cristiandad. Las letanías eran súplicas dialogadas entre los sacerdotes y los fieles y que se rezaban sobre todo en procesiones. Si bien al umbral, eran dirigidas sólo a Dios (en súplicas) se añadieron con el tiempo invocaciones a santos y sobre todo a la Virgen María (en intercesiones) usadas a partir del S. VII.
En la liturgia oriental se usaron desde el S. III. La composición de letanías marianas se hicieron en base a las generales y a la de las letanías de los Santos, en éstas se invocaba a María de 3 modos: Sancta María, Santa Dei Genetrix y Santa Virgo Virginum. A lo cual siguió una serie de reflexiones y elogios de los santos padres orientales que constituyen el germen de las futuras letanías marianas.
El origen halló ambiente en la popularidad del Oficio de la Virgen Santísima que se cantaba en algunos monasterios. Este "Oficio" no era fijo y tenía variaciones según la orden religiosa que lo cantaba; estas variaciones fueron abolidas por Pío V cuando estableció el "Oficio Parvo de la Virgen" reformado. Lo cierto es que entre las variantes que existían habían ciertas letanías que se parecían a las futuras Lauretanas.
Las más antiguas letanías a María propiamente dichas se encuentran en un códice de Maguncia del S. XII titulado Letanía de Domina Nostra Dei genenetrice Virgine Maria. Ora valde bona, cotidie pro quacumque tribulatione dicenda est, con alabanzas largas y en cada verso repitiendo el Sancta María.
En el siglo XV y XVI las letanías marianas empezaron a multiplicarse. Por el año 1500 fueron creadas una serie de letanías en el santuario de Loreto hechas para el lugar. Hacia 1575 surgen unas nuevas letanías lauretanas conocidas como "modernas" con alabanzas puramente bíblicas, que se hicieron tan populares que las primeras versiones fueron pasadas a segundo plano. Sixto V las aprobó en 1587 e incluso les dio indulgencias. Hacia el S. XVII la situación se hizo exagerada, en Loreto se tenía una letanía para cada día de la semana y no era el único caso. En 1601, con el decreto Quoniuam multi del 6 de septiembre, el Papa Clemente VIII prohibió todas las letanías que existían con excepción de las incluidas en el Misal y el Breviario y también las del santuario de Loreto, aquellas letanías ya eran llamadas como lauretanas. Paulo V, en 1503, ordenó que se cantasen en la basílica romana de Santa María La Mayor en festividades de la Virgen María. Los dominicos en 1615 ordenaron que se recite en todos sus conventos después de sus oraciones de los sábados.
Con el tiempo se han ido añadiendo más títulos a ellas, como León XIII quien añadió "Reina del Santo Rosario", y "Madre del Buen Consejo", Benedicto XV añadió "Reina de la paz", Pío IX el "Reina concebida sin pecado original", Pío XII en 1951 "Reina asunta al cielo", Pablo VI el "Madre de la Iglesia" y "Rosa Mística" y Juan Pablo II “El Grande” incluyó el "Reina de las Familias".
El uso de los símbolos ha sido muy fecundo en las Bellas Artes, sobre todo en los temas religiosos como recurso para expresar la espiritualidad por medio de la materia, acercando a la sensibilidad humana determinados conceptos o ideas.
En cuanto a la pintura, el ejemplo más antiguo de Inmaculada rodeada de emblemas marianos se encuentra en la iglesia de Artajona (Navarra) y es de 1.497. Así la pintaron posteriormente, entre otros muchos, Pacheco y Zurbarán rodeada de numerosos símbolos, que así es como gusta mostrarla nuestros artitas. Otros símbolos frecuentes en la Letanía Lauretana, a saber: Estrella del Mar, Puerta del Cielo, Espejo sin mancha, Torre de David, Huerto Sagrado, Escalera de Jacob, Pozo de Sabiduría ......
A excepción de esta reciente obra que tratamos del ubetense entallador José Muñoz “Muros”; sobre los motivos que podemos ver en las Letanías, el espejo, la rosa, la torre, la casa, el arca y la estrella son, al mismo tiempo, invocaciones de la Letanía Lauretana y emblemas que se encuentran en los cuadros de la Inmaculada; la fuente, la palmera, el pozo y las azucenas, sólo lo hemos visto figurar en las pinturas.
La Puerta que expresaría el papel mediador de María en la Salvación, como escalera de Jacob y puerta del cielo, o antesala de la ciudad de Dios. Iconografía preconcepcionista, en donde el arco de medio punto evoca la puerta de Jerusalén. Los dos acuáticos (la Fuente y el Pozo de aguas vivas, atributos de la virginidad y de notorias connotaciones con la sabiduría). La Torre es otra de las invocaciones marianas, "Torre de David", Turris Davidica, metáfora aplicada a la Esposa y también con implicaciones sobre la virtud de la fortaleza.
El Espejo, "Espejo de Justicia", Speculum Iustitiae, es una invocación de la Letanía Lauretana. En la encíclica Redemptoris Mater hallamos esta expresiva afirmación acerca de la Virgen: "Entre todos los creyentes es como un espejo, donde se reflejan las maravillas de Dios", basada en el Libro de la Sabiduría 7, 26: "La sabiduría es el resplandor de la luz eterna y espejo inmaculado de la actividad de Dios y una imagen de su bondad". Cuando se la invoca como espejo de justicia queremos expresar que en ella se refleja la santidad divina, es decir, la perfección, pues el lenguaje bíblico identifica justicia con perfección. Y un objeto simbólico: el Espejo, espéculum sine mácula, alusivo a la larga vida, con formato oval de elegante diseño.
La Palmera aparece citada en el Eclesiástico 24,14, junto con otras variedades de árboles, como elogio de la Sabiduría: "Crecí como cedro en el Líbano y como ciprés en las montañas del Hermón. Crecí como palmera en Engad, como magnífico olivo en la llanura…". Los árboles, siempre verdes y con vida, proporcionan un toque de esperanza de salvación. La liturgia aplica este pasaje a la Virgen María y así encontramos la palmera en el repertorio iconográfico en torno a la Inmaculada. Un arbóreo –si prescindimos de la Palmera como antes he explicado- que es el Ciprés, expresivo de las nociones de triunfo y de victoria, aparte de ser distintivo en la época medieval de la castidad. Se encuentran asimismo floreros y otros motivos florales. Las Azucenas, por su nítida blancura, son alusivas a la condición virginal de la Madre de Dios y a su concepción libre de toda mancha. Las azucenas y otras flores, sobre todo los lirios, por su belleza son figuras de la belleza espiritual de María.
La Rosa como emblema mariano fue arraigando especialmente en la Edad Media, aunque ya antes, a partir de los textos bíblicos, se acude a la mención de esta flor para expresar diversos conceptos de orden espiritual. Así, en el Eclesiástico 24,14, la Sabiduría, imagen de María, se refiere a sí misma con la siguiente expresión: “Crecí cual brote de rosa en Jericó...” San Buenaventura, en su obra La vid mística, presenta la rosa como figura de la caridad. La rosa suela llamarse “la reina de las flores”, y es símbolo de la caridad porque ésta es la reina de las virtudes. En la Letanía Lauretana se invoca a la Virgen como "Rosa Mística". Por otro lado, MARIA -obra maestra de la creación- lleva un manto azul que es como la vela de una nave, y simboliza el viento del Espíritu Divino. Se la rodea de distintas flores: rosas como símbolo de maternidad, y azucenas como símbolo de pureza.
El Arca de la Alianza, Foederis Arca, era el más sagrado tesoro del pueblo de Israel. Contenía recuerdos tan significativos como las Tablas de la Ley, la urna del maná y la vara de Aarón, hermano de Moisés, que había florecido de forma maravillosa; era, asimismo, memorial de la alianza de Dios con el pueblo de Israel. Máximo, obispo de Turín, establece a finales del siglo IV el paralelismo entre el Arca de la Alianza y la Virgen María: "Pero, ¿qué es el arca sino Santa María?, pues si el arca contenía las Tablas del Testamento, María llevó en su seno al heredero del Antiguo Testamento. Aquélla tenía la palabra de Dios, ésta, el Verbo mismo". El patriarca Modesto de Jerusalén, restaurador de la iglesia de Monte-Sión y de otros santuarios de la Ciudad Santa que habían sido destruidos por los persas, compara el arca, fabricada de madera incorruptible, con María, preservada de la corrupción del sepulcro.
La Estrella, en la Letanía Lauretana "Estrella de la Mañana", Stella Matutina, expresa simbólicamente la esperanza de quien aguarda la llegada del día después de las tinieblas de la noche. Diversos pasajes de la Biblia presentan a las estrellas como guías. El más conocido de todos es el de los Reyes Magos que fueron a adorar a Jesús guiados por una estrella. San Buenaventura nos dice: "La estrella superior, que es la bienaventurada Virgen, nos conduce a Cristo". Muchos otros textos de escritores eclesiásticos se refieren a María como "Estrella del Mar" y así se manifiesta también en el repertorio iconográfico en torno a la Inmaculada. En ambas advocaciones el significado es el mismo.
El sol y la luna se corresponden con dos de los tres símbolos (el otro es la corona de doce estrellas) con que San Juan describe la terrible visión de la nueva Eva. La verdad es que solo sería apocalíptico el Sol –resplandeciente en parangón con la belleza de la Virgen- , pues la luna no se corresponde exactamente con el de la luna creciente –normalmente como peana de sus pies- que aparece en el altorrelieve sería análoga a las que más tarde aparece en las figuras de la Pulcra, junto a los restantes símbolos que evocan la pureza de María, basados en el Cantar de los Cantares y que en el siglo XVI se convertirían en la Letanía Lauretana, en la que coinciden asimismo los símbolos celestes. Esta media luna simboliza también la sucesión de los días, las estaciones y apocalípticos.

La mayoría de estos elogios son bellas expresiones tomadas del Eclesiástico, Cantar de los Cantares, Sabiduría, y otros libros del Antiguo Testamento, si bien, en los libros citados, no se refieren a la Virgen. Con el paso de los tiempos, la liturgia o la tradición se los han ido aplicando a la Madre de Dios, en estos repertorios de alabanzas y plasmados por los pintores en las representaciones iconográficas de la Inmaculada. Todos los demás son emblemas marianos, representaciones plásticas, a manera de metáforas visuales, advocaciones de la Virgen María, como homenaje a su belleza espiritual y compendio de todas las virtudes.

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